Son las pequeñas cosas las que generan sensaciones inolvidables. Detalles que dan forma a experiencias que no se pueden explicar con palabras. Gestos que pueden pasar desapercibidos, pero que son los que marcan la diferencia. Algo tan simple como servir la cerveza en copa, puede elevar el disfrute hasta límites insospechados.
De la misma forma que los maestros cerveceros de Cervezas Alhambra llevan generaciones indagando en los secretos de la elaboración de la cerveza, sus creaciones merecen ser degustadas con la misma dedicación. Porque la magia de la alquimia de este líquido dorado llega a su culminación en nuestra propia casa, cuando está en nuestra mano la decisión final sobre cómo vamos a saborearla.
Cada detalle cuenta para apreciar todas las sensaciones que una cerveza como Alhambra Reserva Roja es capaz de despertar. Servida en copa, con delicadeza, a la temperatura perfecta, la cerveza se muestra agradecida y responde con generosidad. Ya sea como parte de una cata, maridándola con una tabla de quesos y embutidos, o disfrutándola sencillamente por sí sola, hay cervezas creadas lentas para ser degustadas con la misma calma.
De la botella a la copa, una experiencia sensorial
Una a una, todas las referencias de Cervezas Alhambra vieron la luz compartiendo la misma filosofía que ya guió a sus fundadores cuando se establecieron en el año 1925 en la seductora Granada. Un espíritu compartido con la propia ciudad y su legado monumental, con la siempre inspiradora fortaleza roja como referencia, icono y símbolo del afán creativo de los maestros artesanos, incansables en su búsqueda por superar los límites.
Así nació también Alhambra Reserva Roja, motivada por el deseo de los maestros cerveceros de ofrecer una bebida inspirada en las bock alemanas, pero con el poder refrescante del estilo lager. Es por tanto una cerveza con personalidad propia, fruto de una fermentación larga y reposada que invita también a ser degustada lentamente. Saber parar tiene su recompensa para aquel que quiera disfrutar de una experiencia sensorial plena.
El festival de los sentidos comienza al abrir el frigorífico y encontrar su botella brillante, seductora, sin etiqueta, y continúa al abrirla y empezar a servirla en la copa.
La expectación del momento, el tacto del vidrio, los sonidos de cada gesto… poco a poco la cerveza va mostrándonos todas sus cartas, sin prisa, dejándose cortejar. Se exhibe entonces su color dorado cobrizo, surcado de matices rojizos que danzan juguetones al son de la luz que los atraviesan. Y hace aparición la espuma, densa, melosa, llena de reflejos dorados.
Todos los sentidos se van despertando y llega por fin el momento de la degustación, no sin antes percibir todos los aromas ya sugeridos al abrir la botella, y que ahora llenan el espacio desde la copa. Notas tostadas y afrutadas, envueltas en una elegante fragancia de alcohol, retrasan el momento del primer sorbo en su sinfonía de detalles que el olfato no quiere dejar escapar.
Y este ritual pausado tiene su recompensa final cuando llega el trago inaugural: lo bueno se hace esperar. La intensidad inicial da paso a multitud de matices en boca que se desarrollan poco a poco, gracias también a la larga persistencia que deja un agradable sabor amargo. Es inevitable volver la mirada a la copa mientras se saborea el líquido dorado, en una suerte de conversación muda con la propia cerveza.
Toda una experiencia que sería impensable sin el papel que cumple la copa, el continente perfecto para que Alhambra Reserva Roja pueda desplegar todos sus aromas y matices.
Cómo servir una Alhambra Cerveza Roja en casa
Sabemos que el jamón ibérico no puede ser cortado de cualquier manera, y que en una buena tabla de quesos también influye la la forma y tipo de corte de cada variedad. De la misma forma, una cerveza con tanta personalidad como Alhambra Reserva Roja pide ser servida correctamente para poder saborear al máximo todas sus cualidades y sentir la experiencia completa.
Lo primero es enfriar cada botella para presentarla en una temperatura de servicio entre 6º y 8º C; no más porque el frío extremo apagaría el sabor y sus aromas. Déjala enfriar en la puerta del frigorífico para evitar que descienda demasiado la temperatura.
En el momento de la degustación, prepara unas copas de cristal de boca ancha, tipo tulipa, y enjuágalas con agua fría para atemperar el vidrio y asegurarte de que están completamente limpias. Déjalas escurrir bien, pero sin secarlas del todo: este truco de profesional ayudará a que el líquido se deslice mejor y se forme una buena espuma.
Sin apresurarte, abre la botella y sírvela en dos tiempos. Primero inclina la copa unos 45º y deja que la cerveza caiga suavemente para que no se forme de entrada demasiada espuma. Una vez la copa esté llena a la mitad o a tres cuartos, endereza la copa dejándola recta y continúa llenándola, elevando un poco la botella hacia el final para que caiga con mayor fuerza. Verás cómo aparece esa densa y vistosa espuma, con su volumen perfecto, insinuante.
No te apresures; admira tu obra y prepárate para degustarla como si estuvieras en una cata. La copa ancha con su perfil curvo es la que permite que todas las notas aromáticas se liberen poco a poco, dirigiéndose hacia arriba para apreciarlas primero a través del olfato. Siente su complejidad y percibe cada detalle de manzana verde, de cereal tostado, con su sutil fragancia de alcohol que envuelve todos los matices con elegancia.
Tras la experiencia olfativa el paladar es capaz de disfrutar mucho más de toda la intensidad de sabores que esconde una Alhambra Reserva Roja, algo que solo se consigue con el servicio en copa, con la que apreciamos también su cuerpo pleno, su textura y su agradable persistencia. En definitiva, una degustación pausada que hace honor a una cerveza única fruto de una lenta fermentación, cuya intensidad no puede ser explicada con palabras, hay que sentirla.